Con la crisis hemos vivido en espacios limitados, determinados; en el contexto de las paredes de la casa, con nuestra propia familia, apreciando los verdaderos valores de la vida, que antes por el frenesí del día a día, no nos era posible vivir. Simultáneamente, los tiempos se han dilatado, por el trabajo en la casa y casi todo realizado telemáticamente. Mi optimismo, me lleva a pensar que la reacción a todo esto, probablemente será la búsqueda del contacto humano: nos hizo falta el colega del trabajo, tal cliente o aquel proveedor que llegaba puntualmente a buscarnos. Podría ser tanta la necesidad que sentimos de restablecer las relaciones interpersonales, que pensamos con melancolía hasta las reuniones “aburridas” que teníamos de vez en cuando o de participar al evento número 10 de la semana. Hoy, una mi compañera de trabajo me lo hizo pensar en dos ocasiones: la primera, extrañando el coworking en la oficina; en la segunda, invitándonos a participar a más eventos de relaciones públicas en el futuro. También los consumos serán diferentes después del coronavirus: viendo al “basurero” pasar esta mañana, me di cuenta que la cantidad de bolsas en estas semanas no han crecido respecto a hace unas semanas: y entonces he pensado que en realidad en estos días hemos estado todos más respetuosos, evitando las sobras alimenticias. Así como en el supermercado, hemos estado más responsables, comprando solo lo que de verdad se necesitaba: porque hoy, salir de las casas para ir a hacer las compras, es como prepararse para ir a la guerra; dónde a cada persona la miramos cómo un enemigo y cada segundo es precioso para evitar el contagio.
Gabriele Musto.
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